Cuesta aceptar todo el derroche de tiempo (vida al final de cuentas) que el gran colectivo del estudiantado y grupo laboral de este país debemos asumir diariamente como parte del pesado viaje cotidiano. Sería preciso utilizarlo para nuestro provecho, pero no, ahí vamos todos, sentados mirando como autómatas a través del sucio vidrio.
Sigo con suerte, hay varios asientos libres, ocupo uno que está justo aun lado de una de la ventanas en mejores condiciones y casualmente bajo una lámpara de luz interior, no quiero perder minuto alguno así es que saco del bolsillo trasero izquierdo de mis jeans un libro, simple elemento que permite, agregarle valor al viaje diario, convertirlo en proceso, cuya resultante, al término del mismo, significará saldo a mi favor, y no una cifra roja, como debe estar ocurriendo en los balances diarios de miles y miles de personas para quienes el viaje(*), no es más que un absurdo y estúpido despilfarro.
Y si el plan maestro del transporte mexicano, incluyera en su base de licitación, una cláusula obligatoria, señalando que cada uno de los microbuses, autobuses, metros, tranvías y demás medios de transporte de gran calado, deberá incorporar obligatoriamente en el respaldo de cada asiento, un bolsillo en donde hubiese un libro, (el mismo en todo los asientos), con recambio semanal, para que las personas tuviesen el tiempo suficiente para completar la lectura con independencia del asiento que ocupen?.
Ya sé, tamaño de ingenuidad de mi parte.
(*)Según datos de la UNESCO México ocupa el penúltimo lugar de lectura por habitante en una lista de 108 naciones con 2.8 libros leídos por año. Y hay estimaciones que hablan incluso de sólo 0.5 libros leídos por habitante cada año.
1 comentario:
Se lo propondre a uno de nuestros ilustres cantidatos a gobernador de guerrero, aunque no creo que le traiga muchos votantes no? Pero de que es buena idea, si, me gusta.
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