martes, 26 de octubre de 2004

¿Es acaso que se divierte torturándome?

En el camino a Izúcar de Matamoros, se la paso hablando de su Ex y como este que podía, viendo los malos tratos y escasa atención recibida de parte de sus padres, le ofrecía las perlas de la virgen, que a resumidas cuentas era:
  • Ser solo su amigo, pero…
  • En casa de su mama (donde ya no vive él), darle casa y todos los servicios.
  • Mas todo lo que necesite para el súper, una vez al mes.
Además, de una conversación en la que le dejaba “claro”, que actualmente “solo” eran amigos, que para ella era muy difícil ser otra cosa. Pero dejando, (por supuesto), la puerta abierta para que si dentro de un tiempo… él todavía la quería y ella todavía lo quería, pudieran volver.

… y yo, en el asiento de adelante, (ella iba en asiento de atrás), blanco como un cadáver.

Hicimos lo que tuvimos que hacer en Izúcar de Matamoros y tomamos rumbo hacia Huaquechula, una vez que llegamos ahí, ella… bueno, digamos que se suavizo, fue más amable, se me acerco más.

Cuando entramos a donde Don Alberto León, faltaba una silla y yo me quede de pie para que los demás se sentaran, ella, me ofreció la mitad de su silla, (nada del otro mundo, no es la primera vez que lo hacer), yo encantado de la vida de poder estar cerca de ella, oler su cuerpo, rozarla con el hombro… acepte.

Poco a poco, ella, se fue inclinando sobre mí, hasta que mientras el Don nos contaba del Llorón y su significado en las tradicionalísimas Ofrenda de Día de Muertos de Huaquechula, yo estaba en el cielo, pues prácticamente yo cargando todo el peso de su espalda, al ella estar abrazándome por atrás.

El momento mágico paso y nos despedimos de el Señor León, al subir al carro para ir a comprar “ángeles de papel” a un panadería ahí cerca, ella le pidió a otra niña que se fuera adelante (lugar que desde nuestra salida a de Puebla, yo ocupaba, para que yo me fuera atrás), yo por supuesto volé.

Ya en el camino de regreso ella abrazo mi brazo y recargo su cabeza en mi hombro, no llego a dormirse, pero si dormito un poco. Cuando se levanto dejo su mano en puño sobre mi pierna hasta que entramos a Puebla.

Hmmm…
¿Es acaso que se divierte torturándome?

Una vez en la Universidad, después de que yo hice mi examen de Bioremediación de Suelos Contaminados, ella me pidió dos veces a viva voz que no la tocara.
  • La primera, yo estaba jugando a picarle con mi dedo el gordito que hay arriba de las caderas, (lo cual siempre hago y no parecía molestarle).
  • Puse mis manos de cada lado de su cintura, mientras ella iba caminando (movimiento que en nada entorpece su marcha).
Además que otra tantas veces me quito la mano cuando iba a tocar su nuca o su cabello o se quito toda ella de por medio para que no la pudiera tocar.


Tortura de los Azotes
El prisionero era inmovilizado en el cepo de las manos y del cuello, dejando desnuda su espalda, en donde le aplicaban la cantidad de azotes que determinase el Tribunal. Su número variaba entre 50 y 200, dependiendo de la gravedad de las faltas cometidas y la consistencia física del encausado. El castigo del azote, a diferencia de los otros, no se aplicaba para obtener la confesión sino como parte de la sentencia, en los casos en que se había determinado la culpabilidad de los reos en faltas graves.

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