miércoles, 6 de diciembre de 2006

Había una vez... por Chimol

Uno de mis mas viejos amigos indignado hizo un recuento del pasado y mando este mensaje como un Correo Electrónico, creo que si yo puedo ofrecerle un espacio donde publicar sus palabras no esta de mas que lo haga, así que... Chimol. De aquí al infinito, jeje.


Había una vez...

Hace seis años recuerdo bien que la gente estaba muy emocionada porque chente fox, ese fantoche que usaba botas de charol y que públicamente se mofaba de todo, había ganado la presidencia de México. Yo no voté por él, nunca me convenció un tipo que desde el inicio me pareció un ignorante, un fanfarrón y un farsante total, pero eso ya no importa, la verdad es que ganó y tuvo una oportunidad inigualable para cambiar el rumbo de nuestro querido país.

Hoy, a un día de que al fin termine su periodo presidencial (pensé que este día nunca llegaría... gracias!) no hay nada bueno que decir de este señor ni de un sexenio en el que no pasó absolutamente nada positivo.

Fox, como se ha dicho ya, será recordado como el presidente más ignorante y más inepto de la historia de México.

Y cuál es la opinión de sus fieles creyentes?, hace un par de años un conocido mío que es panista me dijo más o menos lo siguiente: 'Bueno, Fox no resultó buen presidente, pero ya verás como el que sigue sí'

(...correspondería en este silencio colocar algún fragmento de alicia en el país de las maravillas o de la fábula de pedro y el lobo, pero por falta de tiempo lo dejaré sólo así) ...

Volvamos a la realidad. Algo me dice que en seis años, y probablemente en mucho menos tiempo que eso, voy a escuchar la misma frase otra vez. Qué disculpa nos van a dar entonces? qué nos van a querer explicar cuando nuestro país que está cada vez más cerca del naufragio caiga en un estado de colapso total?

Qué disculpa nos van a dar por el presidente en turno, por fecal? (ese nefasto chaparrito pelón de lentes, el de las manos 'impías', el de 'mano dura, pasión por la PFP', el que describió su posible toma de posesión como 'un día muy divertido', el del discurso de agente del ministerio público que ha sido ampliamente aplaudido por empresarios y derechistas ávidos de que la chusma alzada sea ejemplarmente contenida)... qué nos van a a decir?

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El infame legado de Fox alcanza el resto de las áreas de la vida de los mexicanos. Socialmente deja un país más endeudado, con más deterioro ambiental y con focos de irritación e insubordinación social en diversos puntos del país.

Pero si hubiera que sintetizar, todo el legado foxista podría resumirse en que logró hacer más difícil la vida diaria para la mayoría de los mexicanos, mientras convirtió a México en uno de los países más prósperos para las ganancias de los inversionistas.

Del otro lado, la mayoría de los mexicanos viven en 2006 peor que en 2000. Cuando Fox llegó al poder, se requerían 37 horas para comprar la canasta básica, ahora se requieren diez horas más. Para vivir, la gente necesita trabajar más y en condiciones más difíciles debido a la flexibilidad laboral impuesta por los patrones y tolerada por el gobierno foxista.

Qué bueno que hoy es el último día de un gobierno tan infame para la mayoría de los mexicanos.

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México SA

Carlos Fernández-Vega. Por fin se va y Foxilandia con él. Aunque el daño está hecho, tras 2 mil 190 días que parecieron eternos, por fin llegó el mejor momento del gobierno del "cambio": en unas cuantas horas más, Vicente Fox se va, y Foxilandia con él.

Tres meses atrás, él mismo "bajó la cortina", "cerró la tienda", pero ni por un segundo dejó de patinar ni hacer escándalos. Ahora la Constitución lo obliga a que su retiro sea efectivo, y un adelanto concreto es que ya no vive en las cabañitas de Los Pinos (tan amoro$$$amente decoradas por Martita), sino en un hotel (Camino Real) propiedad de uno de los empresarios que mayor raja le sacó al "cambio" (Olegario Vázquez Raña), donde dice despachar.

Seis años atrás, con su bono democrático en el bolsillo, Vicente Fox entró al Palacio de San Lázaro en medio del orden, la civilidad y la esperanza de un nuevo ambiente político, tras 71 años de priato. Ahora que se va e insiste en apersonarse en ese mismo recinto para presenciar el relevo de mando al único que la Constitución explícitamente obliga a estar presente es al mandatario entrante, no al saliente, el ahora inquilino del Camino Real cosecha lo que a lo largo de su sexenio sembró: desorden, incivilidad, enrarecimiento del ambiente político y social, y el rechazo mayoritario de las fracciones parlamentarias en el Congreso, trabadas en una batalla campal. Y todo en sólo un sexenio.

Si tuviera un gramo de conciencia, toda vez que la Constitución no lo obliga a estar presente en la toma de protesta del nuevo mini presidente, Vicente Fox tomaría a Martita de la mano, le solicitaría un helicóptero a Olegario Vázquez Raña o a cualquier otro barón a los que fielmente sirvió, y en la mañana del primer día de diciembre de 2006 volaría rápida y directamente a San Cristóbal para evitar mayores daños, que para ello tuvo 2 mil 190 días, y vaya que fue fecundo.

También seis años atrás, Vicente Fox comió tamales con los llamados niños de la calle y fue a la Basílica de Guadalupe, donde rezó varios minutos y en la intimidad ofreció la jefatura del gabinete del "cambio" a la madre Tonatzin, quien por lo visto no aceptó. Ahora sus comensales de aquellos días son jóvenes de la calle (lo único que les cambió fue la edad) y repetirá el numerito. "Voy a darle gracias a la virgen", ha dicho, cuando tendría que ir a pedir perdón.

Justo seis años atrás, el 30 de noviembre de 2000, el presidente entrante convocó a "democratizar la democracia", y a que ésta "se expanda del terreno político hacia la estructura económica y educativa, y permita desmontar la sociedad corporativizada que prevalece en el país". En su gobierno la democracia sólo se hizo más selecta. El mismo la definió así: la mexicana, "es una democracia de, para y por los empresarios", y actuó en consecuencia, pero con una práctica así lejos, muy lejos estuvo de "desmontar la sociedad corporativizada que prevalece en el país". Por el contrario, la consagró.

También se comprometió a "hacer un gigantesco esfuerzo de integración con todos los países de Latinoamérica... pero no nos vamos a encerrar en la autarquía continental; ese sería un error. Eso reduciría dramáticamente nuestras opciones de desarrollo y se vería seriamente mermada la capacidad de nuestra comunidad para convertirse en un factor de contrapeso y equilibrio internacionales". En los hechos, acabó con el liderazgo mexicano en América Latina, destrozó las relaciones con las naciones de la región e hizo a México aún más dependiente del vecino del norte.

Sería interminable detallar las promesas incumplidas en campaña y en el gobierno, pero más allá del onírico 7 por ciento anual de crecimiento económico, el millón 350 mil empleos por año de mandato, los 15 minutos chiapanecos, la "paz social" en Oaxaca, la "victoria" del Estado en su batalla contra el narcotráfico, la "superación" de la pobreza, la "enchilada completa" en materia migratoria, la "recuperación" del poder adquisitivo de los mexicanos, las "oportunidades iguales para todos sin distingo de sexo, edad, raza, religión o preferencia política" (lo mismo dice el Felipillo), "mis acciones y palabras serán honestas y dignas de credibilidad, fomentando una cultura de confianza y de verdad", "actuaré siempre en forma imparcial, sin conceder preferencias o privilegios indebidos a persona alguna", "actuaré con eficacia y calidad en la administración pública", y tantas otras quimeras y tomaduras de pelo, Vicente Fox deja al país enfrentado, dividido, muy cerca de la ruptura, y en el balance habrá que sumar su administración al inventario de sexenios perdidos en materia económica y social.

En resumidas cuentas, Vicente Fox fue un atroz accidente en la historia política mexicana, que lamentablemente se reeditará, con otro nombre, a partir de mañana (léase Calderolandia).

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Vicente Fox, el fracasado

En agosto de 2000, el día en que fueron elegidos los coordinadores parlamentarios del PRD, un alto dirigente de este partido llegaba a una reunión nocturna de un grupo de legisladores, después de acompañar a Vicente Fox en una gira por Sudamérica. Llevaba el semblante iluminado y decía con gran convicción: "Fox puede hacer cosas muy importantes, está empeñado en ser como Nelson Mandela".

Hoy es el último día del sexenio de Fox. Nunca se aproximó ni de lejos a Mandela. Por el contrario, nada digno, nada significativo, nada para el buen recuerdo ocurrió en este sexenio. Ni una sola gesta que permita a los mexicanos cargar el estandarte de Fox en algún momento. Ni una sola gran empresa, gran obra o gran transformación, nada. Hoy llega a su fin el gobierno de un Vicente Fox tonto, ridículo, traidor y fracasado.

Para vergüenza de México, para la pena ajena que sentimos todos los mexicanos, se consagró como el presidente más ignorante de toda la historia de México. Así lo recordaremos: como aquel que reconoció las aportaciones de los hermanos José y Clemente Orozco, que evocó al premio Nobel Carlos Fuentes, que saludó a la República Checoeslovaca después de su división, que recordó la expropiación petrolera de 1936, o que citó al escritor José Luis Borgues. Fox es el personaje ridículo que habló de unificar las dos Coreas, que visitó al rey de España para presumir sus botas de charol, que se peleó con Maradona, que besó el anillo al Papa. Es el ridículo que impulsó las condenas a Cuba por violación a los derechos humanos, y termina su sexenio con cientos de presos políticos, desaparecidos y asesinados.

Es el personaje perverso que declaró que había que ayudar al presidente de Cuba a morirse, que permitió a Tv Azteca tomar las instalaciones de Canal 40, que saludó el golpe de Estado contra Hugo Chávez, que detuvo a ciudadanos españoles, los metió a la cárcel o los deportó acusándolos de terroristas. Fox es el perverso que dejó escapar al Chapo Guzmán. Fox es el perverso que dedicó la mitad de su sexenio a atacar al Gobierno del Distrito Federal mientras florecía el narcotráfico en el norte y el sureste del país. El que quitó a las televisoras la obligación de pagar impuestos por el uso del espacio aéreo de la nación. Es el traidor que prometió en campaña no aumentar los impuestos y apenas llegó a la Presidencia propuso poner IVA a medicinas y alimentos; es el gran traidor que prometió meter a Carlos Salinas a la cárcel y se lo trajo de asesor y liberó a su hermano Raúl Salinas. Fox es el gran traidor que llegó al gobierno con el voto ciudadano y realizó desde el poder el desafuero de Andrés Manuel López Obrador y más tarde el fraude electoral para despojarlo de su triunfo.

Fox es el gran corrupto que alentó el enriquecimiento desmedido de su esposa y sus hijos, que puso los contratos de Pemex al servicio de sus socios, que elevó el gasto personal y familiar a costa del erario como no había sucedido desde la época de los Salinas y los López Portillo, que generó con su círculo cercano una camada de nuevos millonarios a costillas del presupuesto. Fox nos deja en el recuerdo el toallagate, las cirugías plásticas en Pemex, las propiedades de Francisco Ortiz, el vestuario de la señora Marta, la remodelación de su rancho con recursos públicos, los hoteles alquilados por Reyes Tamez, los salarios de medio millón de pesos mensuales a los ministros de la Corte, las gasolineras de Mouriño, los contratos de Hildebrando, su hermano en el Fobaproa, los vínculos de Sergio Estrada Cajigal con el narcotraficante El Azul, el tráfico de influencias de Guido Belsasso, los 65 viajes al extranjero de Julio Frenk, los desvíos del Fonden de Sandra Segura, los dólares de la hermana de Santiago Creel, el zoológico de sus hijas.

Fox es el rey de la impunidad. Los grandes corruptos del pasado y del presente no pagaron pena alguna. Luis Echeverría siguió libre, Nazar Haro regresó a su casa, Oscar Espinosa Villarreal fue absuelto; Arturo Montiel vive tranquilo con todas sus residencias. Nadie pagó por los delitos relacionados con el Pemexgate. Nadie está en la cárcel por la red delincuencial de Amigos de Fox. Diego Fernández de Cevallos puede ayudar al cártel de Juárez y no pasa nada. Ulises Ruiz puede matar y no pasa nada. Víctor Flores es el líder sindical consentido del sexenio. Ninguno de los peces gordos del Fobaproa tuvo que enfrentar a la justicia. Fox es el que declararía empresario modelo a Kamel Nacif.

Fox es el tonto agresivo que le dijo a Fidel Castro "comes y te vas", que llamó a las mujeres mexicanas "lavadoras de dos patas", que afirmó que los mexicanos hacían trabajos que "ni los negros querían hacer", que señaló que nos querían engañar "como viles chinos". Es el inepto que tuvo en sus manos los excedentes petroleros más altos de la historia, y que dejó a Pemex con la deuda más grande de su historia, al país con un gasto corriente acrecentado y desmedido al estilo de los verdaderos gobiernos populistas y con una inversión productiva congelada en su crecimiento. Es el fracasado que quiso que la economía creciera 7 por ciento y no pudo; es el fracasado que quería un acuerdo migratorio con Estados Unidos y obtuvo un muro fronterizo, y el que deseaba pasar a la historia como héroe de la democracia y se convirtió en un vulgar delincuente electoral.

Así termina Vicente Fox. El tonto que no supo aprovechar su oportunidad histórica, el que no logró nada, el traidor a las grandes causas que lo llevaron al poder, el corrupto que corrompió todo lo que tocó, el cobarde que se arrastró ante los poderosos. El inepto que hizo crecer el narcotráfico y la violencia. El incapaz que pensó que gobernar era sacar espots. El enemigo de la democracia que hizo renacer la institución del fraude electoral. En fin, el iluso que pretende que su gran obra fue designar sucesor a un fanático de la derecha primitiva. Adiós, Fox. Sí te vamos a recordar.

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Traición sexenal

Hoy es el último día de un gobierno que arrancó con expectativas sociales sin precedente y que llega a su término en medio de una catástrofe nacional también sin parangón en la historia moderna de México. El 2 de julio de 2000 y el primero de diciembre de aquel año la sociedad mexicana logró la alternancia en la Presidencia de la República.

En los seis años transcurridos desde entonces el ciudadano que recibió el mandato de conducir el país a la normalidad democrática, Vicente Fox Quesada, dilapidó un capital político como el que no había tenido ningún presidente entrante, encabezó una tarea de destrucción sistemática de las instituciones de la República, permitió la permanencia de la corrupción administrativa, pactó con los sectores más turbios del viejo aparato priísta, pervirtió su propia investidura al ejercerla en forma matrimonial, derrochó recursos públicos con una frivolidad insultante, hizo imposible la colaboración del Legislativo con el Ejecutivo, sometió al Judicial, liquidó la política exterior del Estado mexicano, elevó la mentira y la simulación a rango de discurso oficial Foxilandia, manejó la procuración de justicia con sentido partidista y faccioso, se sometió a conciencia a los dictados de la Casa Blanca, consiguió un grado de indefensión nacional nunca antes visto en la relación con Estados Unidos, intervino sin ningún pudor en el proceso electoral de este año y con ello traicionó las esperanzas democráticas de millones de mexicanos y condujo al país a una crisis política alarmante y a una fractura social que habría podido evitarse. Por si fuera poco, en el tramo final de su administración echó mano, a falta de habilidades políticas, de la represión y la persecución de opositores.

El saldo social de la Presidencia foxista no es menos desastroso que el institucional. El primer gobierno panista no resolvió en seis años lo que había prometido solucionar en 15 minutos la injusta y oprobiosa relación entre el Estado mexicano y los pueblos indios del país; los sistemas públicos de educación y salud experimentaron un deterioro que no puede verse sino como un designio de desmantelamiento para abrir nuevos mercados a los intereses empresariales privados; la cultura la industria editorial y el cine son casos particularmente dramáticos ha sufrido un embate implacable desde el poder; la marginación y la pobreza, derrotadas en el discurso, llegan a este fin de régimen tan extendidas y lacerantes como a principios del sexenio; la destrucción del tejido social ha proseguido, implacable, y hoy son más numerosos que hace seis años, aunque su desamparo permanezca intacto, los mexicanos que emigran a Estados Unidos por falta de oportunidades de vida o márgenes de sobrevivencia en su propio país; con este gobierno el país cayó varios lugares en las tablas internacionales de salud, educación y calidad de vida en general; la ofensiva consigna de dar a cada ciudadano "vocho, changarro y tele" se reveló, a la postre, como un embuste vacío antes incluso de que desapareciera del mercado el modelo de automóvil económico al que hacía referencia la expresión.

El foxismo ha presentado la pretendida estabilidad económica como un logro propio y trascendente. Pero lo que la Presidencia llama estabilidad es en realidad estancamiento: una circunstancia en la que el crecimiento económico resulta insuficiente, y hasta irrelevante, para generar empleos y reactivar el mercado y la producción. Por lo demás, la ausencia de sobresaltos financieros y cambiarios se explica no por una buena gestión gubernamental sino por dos factores principales: los ingresos inesperados por las altas cotizaciones internacionales del petróleo y las remesas de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos. Ante la primera de esas circunstancias el gobierno que hoy llega a su término dilapidó recursos públicos incuantificables en forma por demás opaca y sin preocuparse por aliviar, así fuera parcialmente, el ruinoso estado de la industria petrolera nacional; en cuanto a la segunda, se fundamenta en el sufrimiento de millones de connacionales que se ven obligados a separarse de sus familias, a alejarse de sus lugares de origen y a enfrentar peligros mortales y atropellos innumerables sin que las autoridades de su país muevan un dedo para evitarlo. Por lo demás, se mantienen los índices de desempleo y pobreza heredados de las presidencias priístas y se ahondó de manera alarmante la desigualdad económica. En el curso de este sexenio el país perdió competitividad, rentabilidad y masa económica en general.

En cuanto a la vigencia de la legalidad, en estos seis años la autoridad del Estado ha cedido extensos territorios a la delincuencia organizada, la seguridad pública se ha vuelto una utopía inalcanzable, la Procuraduría General de la República se ha dedicado a la vergonzosa actividad de fabricar culpables, ha florecido la impunidad y se vive una regresión exasperante en materia de derechos humanos.

Por donde quiera que se le juzgue, el gobierno que encabezó Vicente Fox ha sido un gobierno de traiciones: a sus propias promesas, a las expectativas que generó, al mandato otorgado en 2000 por la ciudadanía, a la soberanía nacional, a las esperanzas de bienestar, democracia, justicia, seguridad y equidad, a los postulados del viejo panismo: sufragio efectivo, federalismo, austeridad, observancia de la ley, honradez administrativa, decencia política. Con estos saldos a la vista, habría que alegrarse ante el fin del sexenio. Pero, por desgracia, el foxismo deja al país en un estado de postración, descomposición, incertidumbre, bancarrota institucional y confrontación, y lo que viene no será necesariamente mejor, y ni siquiera menos malo, que lo que hoy termina.

Chimol

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