miércoles, 3 de mayo de 2006

Soneto II

Lo único que de ti quiero, no puedes,
así que tan solo como un favor tómalo,
si otro corazón lo merece, róbalo,
yo tan solo ruego al cielo que te quedes.

Así quedo, pues, con las heridas abiertas,
de espaldas sobre la hierba me encuentro tendido,
huyendo del mundo como si fuese un bandido,
entre los matorrales me echo, a dormir en las huertas.

Antes y ya seguros de que el corazón está ya extinto,
hacen de las exequias un festín miserable,
con pavos, puercos, y un buen vino tinto.

Acecharon su muerte y entonces le ofendo:
tan sólo porque su boca está cerrada,
y ya no puede contestar rimada.

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