Mis artes de escultor, largamente ocultas por las largas y complicadas tramas de la vida escolar, mis fugaces arranques de amor desenfrenado, así como los potentes impulsos literarios que plagan mi mente infesta.
Hoy, por fin, aquello se ha visto apartado por la necesidad de actuar de aquella manera. Se me era menester el crear con mis manos a partir de un material inerte un animal inanimado. Lentamente y bajo el trabajo de mis brazos aquel tetraedro fue tomando la forma de una Lepidochelys olivacea, una tortuga marina.
Me quedo bien pirra.
1 comentario:
Es verdad, una tortuga ligera, palida, cooperando gustosa a su transformacion, viajo a puebla y vivio feliz en el frio.
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