miércoles, 12 de enero de 2005

El aprendiz de taxonomista

No puedo etiquetarlo, porque no es un amor platónico, ni complicidad, ni amistad, ni curiosidad, ni deseo, ni necesidad, ni magia, ni simpatía, ni esperanza. O quizá sea todo eso, pero mezclado de un modo extraño que escapa a mi comprensión.

Lo que sí sé es que ayer cuando me cogió del brazo deseé quedarme caminando por el metro durante horas. Sé que cuando su imagen apareció de la nada mientras me hablaba en el teléfono me maravillé de poder compartir con ella una tarde. Y sé que sólo mi racional cerebro pudo detener al corazón que me pedía a gritos que la besara antes de marcharme. No quiero preguntarme más allá ni esperar nada más. Quiero disfrutar de esto todo lo que pueda, y guardar con cariño el recuerdo de un día con alguien que consigue hacerme feliz.

Esta noche me apetece quedarme contemplando esas fotografías. En ellas su rostro y el mío quedarán juntos y felices, pase lo que pase.

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