El Talismán
(...) tomaremos el amuleto en su estado de evolución más elevado: el talismán.
Esta palabra tiene un origen incierto: lo encontramos entre los árabes bajo la forma de tilasm y tillasm (plural: talâsim, tilâsmat y tilassamât). Los árabes lo toman de los griegos : Telesma, que significa “objeto consagrado”. El origen común parece ser hebraico, de tselem, “imagen”.
El talismán, por definición, tiene un objetivo determinado, preciso, y sobretodo hace intervenir un elemento que no tiene el fetiche. Este último es, ante todo, natural: cabeza humana, espinas de pez, huesos animales, piedras, muñecas totémicas, dientes, plumas, piel, escamas, conchas, etc. El fetiche neutraliza los fluidos nocivos por medio de su presencia, eso es todo. ¿Por qué? ¿Cómo? Nadie lo sabe, ni siquiera el hombre medicina; causas tal vez médicas, tal vez simbólicas, tal vez totémicas, ellas han sido olvidadas en el transcurso del tiempo.
El talismán es, desde este punto de vista, artificial. Incluso si es un objeto natural, la influencia que se le atribuye es en función de un razonamiento tal vez lógico, siempre simbólico y analógico; el girasol será una planta de sol porque gira hacia él; el rubí será una piedra de Marte porque es rojo como la sangre y el fuego. La analogía es, tal vez, pueril, ridícula, poco importa; proviene de fuentes profundas, justamente pre-lógicas, en las que las relaciones entre las cosas no son exactamente las mismas que en las sociedades más evolucionadas.
El talismán es por tanto un objeto “científico”; está sujeto a leyes, a correspondencias, a una fabricación. Por esto mismo se especializa; no protege ya, como el fetiche, contra todo lo que es malo, sino contra tal o cual influencia, en tal o cual caso. El amuleto defiende simplemente la cabaña; el talismán protegerá bien contra los insectos, bien contra los brujos, bien contra los malos genios, bien contra tal o cual enemigo. Siendo una técnica más evolucionada, se especializa.
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