En una obra sobre la historia de la Brujería, aparecida recientemente, se podía leer: “Los dioses han muerto, pero los talismanes han permanecido. Han sobrevivido a todas las formas de incredulidad y, por ello, han demostrado que su vitalidad es eterna. Aquel que en la velocidad de su auto o de su avión cree que marcha hacia la muerte como ante un negro abismo en el que será absorbido y perderá así cualquier retazo de su personalidad cuelga una muñeca en su vehículo, tal como los patriarcas de Israel o de Asur colgaban los téraphim en las pieles de sus tiendas… la humanidad muestra así su debilidad, y el talismán su fuerza, y la virtud oculta de este último se manifiesta en el hecho de que los hombres no han podido liberarse de él. (1)”
Extraño destino, en efecto, el de estos pequeños objetos, estos signos, estas formulas, estas palabras sagradas, estas piedras gravadas que cruzan las edades, conservando un poder misterioso que resiste a las excomunicaciones religiosas y a las burlas de la incredulidad…
(...) El amuleto y la técnica de su fabricación ofrecen un curioso ejemplo de estos complejos mentales que, surgidos de las civilizaciones primitivas, de esas épocas lejanas en las que el fenómeno mágico jugaba un rol primordial, han permanecido intactos y vivos en los subconscientes para reaparecer bruscamente entre los seres pertenecientes a civilizaciones muy evolucionadas. Es suficiente un hecho importante: una guerra, peligro de muerte en coche o en avión, competición deportiva, apuestas de lotería y de juego, para que el viejo fondo mágico se imponga mucho más brutalmente de lo que se sospecha.
De todas formas, el estudio de las diversas tradiciones sobre amuletos y talismanes entra ahora en los cuadros de conocimiento del hombre. Ante un fenómeno tan universal, se toca, en realidad, uno de los resortes más profundos del ser humano (…) el amuleto, el talismán se hallan en todas partes, siempre, en todos los lugares, en todos los tiempos; ninguna forma religiosa, ninguna civilización, ninguna sociedad está exenta de ellos.
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Notas:
(1) Grillot de Givry, Le Musée des Sorciers, Mages et Alchimistes, Paris,1929.
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