Hoy fue mi primer día de clases… Es verdad que no puedo decir que estuvo del todo mal.
Aunque la maestra en turno, que por convicción propia a ese horario toma los roles alternadamente de pedagogo y ajusticiador. Con palabras bien elocuentes y con su poderosa cargada de verdad. Nos llevo poco a poco y con mucho cuidado, hasta una profunda y oscura zozobra emocional. En un afán por no destruir de una sola vez nuestras altas murallas de indiferencia y desidia, sino jugando con ellas largo rato.
Blandiendo cual flamígera espada, nuestro mediocre desempeño académico, la falta de motivación y el prácticamente nulo aprovechamiento que al parecer caracterizaba, aquel actual salón de clases.
Recalcando ferozmente una y otra vez, para desgracia de nuestras psiques. El hecho positivo, de todo lo que nuestros padres han trabajado por costear aquello que se traduce en un derecho legal a recibir ininterrumpida y con la mejor calidad posible, un cierto tipo bien elitista de educación.
Llegue a casa a hacer tarea y estudiar el tema previsto para mañana en clase. Parece que el lavado de cerebro funciono.
Pero… ¿Acaso la racionalización de este hecho inhibirá el efecto que hasta ahora obra sobre mi? Espero en el alma que no, sino que al contrario, fortalezca mi débil y marchita voluntad.
El día también hubo sus cosas buenas, por supuesto, pero esas no son buenas para mi imagen de alma atormentada. Así que, he decidido que lo mejor será postergarla para otra ocasión.
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Son las 5:26 p.m. hace ya muchos horas que termine mi tarea, estudie el tema de mañana y estoy que muero de aburrimiento.
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