Hubo hace un tiempo… un antes.
Un antes en el cual, yo, pequeño y ciego de amor…
Un entonces… en el que creí que mi padre era el más, el mejor, el que todo podía y todo sabían, con el que siempre contaba. En aquel tiempo, no había figura más pura en espíritu y recta de carácter que mi progenitor.
No quería otra cosa en el mundo, que ser ese hombre de grandes manos y fuertes brazos, que contra grandes monstruos siempre era mi protector. Impresionante ancla contra el ultraje y al adversidad. Mi padre. Poderoso héroe de infinitas y siempre peligrosas empresas. El más puro ejemplo de un Ídolo infantil.
Más en el camino algo paso…
El tiempo corrió, la pubertad entro y la desidia llego. Mi psique se pobló de gran cantidad de figurillas de acción y mi padre antiguo modelo a seguir se descontinuó, la relación de enfrió y la adoración decreció.
Tan solo la soledad quedo.
Ahora años después y lejos de su casa.
Miro hacia atrás en retrospectiva y contemplo aterrado, todo el tiempo que perdí, todo el amor que no recogí, por no estar bien dispuesto para recibirlo. Veo lo grande que fue y lo mucho que me quiere. Veo todas las cosas, grandes o pequeñas que me ha dado, la que ha dejado por mí y las que faltan por venir.
Con este abrumador pensamiento, el corazón se me encoje por la pena y solo puedo gritar:
¡TE QUIERO PAPA, TE QUIERO MUCHO!
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