Desde un principio, dije, que esto de la felicidad absoluta no es lo mió, que era demasiado extraño, que no podría durar mucho. (Esto fue un acto reflejo de mi parte irónica, si vamos a ponerle nombre “Postalberto Erknost” es el adecuado)
Debo de admitir a efectos prácticos, la narcosis persiste aun. Soy muy feliz y doy gracias cada segundo por ello, pero actualmente me he encontrado con la facultad de viajar más allá de esa exquisitamente suave y lechosa piel o de esos inmensos ojos color café.
He pensado...
Si, se que es peligroso, pero siempre me ha gustado vivir al filo de la navaja. El amor unilateral no es tan… satisfactorio como yo así lo supuse, aun después de la racionalización del hecho, después de la aceptación tacita de que es la única vía posible para llegar a desarrollar eso que me explota por dentro.
La amistad aunque satisfactoria en múltiples sentidos, no es completa. Falta una variable a la ecuación que aunque llevadera la hace insostenible a un largo plazo.
Hmmm...
¿Pero porque si yo soy tan feliz, pienso esto?
Es más, ¿Cuál es la razón por la que lo escribo?
¿Qué no se lo peligroso que es publicar esto? (Bueno, –Dice Postalberto- por lo menos te queda el consuelo y/o excusa, que nadie te lee.)
¿Es acaso que inconcientemente no puedo ser feliz, hay algo en mi que me obliga a vivir bajo el yugo de la ironía y la sátira mediocre? (Postalberto sonríe satisfecho)
-Suspiro-
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