Como era su costumbre, la lince de tres años recorría sola las profundas nieves del área del paso Chilkat, cerca de la frontera entre Yukón y Columbia Británica, acechando presas. El animal observo sigilosamente un movimiento y saltó a través de un macizo de sauces, pero una ardilla roja se encaramo en un árbol. Luego, atraída por un penetrante aroma a ricino, nébeda, glicerina y aceite de valeriana, mezclado con aceite de hierbas para masajes y complementado con un par de gotas de blanqueador Cloros, deslizo sus enormes garras sobre la nieve de un metro de espesor y paso graciosamente por encima de una rama para investigar el olor. Salivando, masticó una vara cubierta con la fragante pasta.
De pronto, algo atrapo su pata, lo que la arrebato de su estado de felicidad y despreocupación. Asaltado por el miedo y la confusión, brinco, se retorció y lucho por protegerse. Cada vez que se movía, arrastraba un pesado tronco, ahora atado con un cable a su pata delantera izquierda. Se acurruco penosamente, con sus orejas pachonas y puntiagudas entrenadas para captar cualquier sonido que pusiera en evidencia lo que el destino le deparaba.
A la mañana siguiente, el 27 de febrero de 2000, el trampero encontró a la lince atrapada en el cebo, echada en un claro, bajo los rayos del sol invernal. La anestesió y la transporto 260 kilómetros donde un veterinario le detecto una herida punzante provocada por una vara y amputo parte del tercer dedo de su pata delantera izquierda. Por lo demás, era un lince saludable, de ocho kilogramos y poco menos de un metro de largo.
De pronto, algo atrapo su pata, lo que la arrebato de su estado de felicidad y despreocupación. Asaltado por el miedo y la confusión, brinco, se retorció y lucho por protegerse. Cada vez que se movía, arrastraba un pesado tronco, ahora atado con un cable a su pata delantera izquierda. Se acurruco penosamente, con sus orejas pachonas y puntiagudas entrenadas para captar cualquier sonido que pusiera en evidencia lo que el destino le deparaba.
A la mañana siguiente, el 27 de febrero de 2000, el trampero encontró a la lince atrapada en el cebo, echada en un claro, bajo los rayos del sol invernal. La anestesió y la transporto 260 kilómetros donde un veterinario le detecto una herida punzante provocada por una vara y amputo parte del tercer dedo de su pata delantera izquierda. Por lo demás, era un lince saludable, de ocho kilogramos y poco menos de un metro de largo.
1 comentario:
Loret de Mola le preguntó al Gober precioso "¿De verdad piensa usted que alguien le cree?"
Y Marín dijo: los poblanos me creen.
Entonces quise ver como eran los blogs que hacen los poblanos que le creen a su gober , pero este es un blog muy bueno y no parece que cubrir el perfil deseado por el susodicho Marín
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